Un encuentro fructífero? – Cultura y desarrollo local [1]

Jordi Estivill

É economista, sociólogo e historiador por vocação. Professor jubilado da Universidade de Barcelona, onde leccionou sobre política social, foi igualmente docente em várias universidades europeias, designadamente na Universidade Nova de Lisboa e no ISCTE-IUL. Dirigiu uma cooperativa de investigação e um programa de luta contra a exclusão social na OIT, tendo trabalhado também em vários programas sociais da UE.

Hay muchas tipologías para comprender las relaciones entre la cultura y el desarrollo local. Una de las más simples pero a la vez esclarecedora es la quese establece a partir de donde viene el impulso inicial.

Relaciones entre la cultura y el desarrollo local: algunas tipologías y contenidos

Hay muchas tipologías para comprender las relaciones entre la cultura y el desarrollo local. Una de las más simples pero a la vez esclarecedora es la que se establece a partir de donde viene el impulso inicial. Así se distingue un primer tipo en el que los impulsos vienen de arriba, top-down. En general se trata de un modelo exógeno en el que se considera a la cultura como un motor de desarrollo que actuará como fuente de atractividad para visitantes, residentes y actividades económicas. El objetivo es crear un capital simbólico translocal al que hay que integrar a la población local. Su mayor riesgo es caer como un paracaidista, que sea sentido como algo ajeno y que no modifique la realidad.

Mientras que el segundo tipo sería el que surge de abajo, bottom-up. Es más endógeno. Considera la cultura como un vector del desarrollo en la que se trata de involucrar al conjunto de energías locales (población, cultura y tradiciones locales) para afirmar la identidad territorial y sus manifestaciones. Su mayor riesgo es el de continuar viviendo a la sombra del campanario y no salir de su circuito. Si se dan estos riesgos es muy probable que las actividades culturales no tengan mucha influencia en el desplegamiento económico territorial.

Como es evidente, en la realidad no se dan tipos puros. Lo más frecuente son modelos híbridos en los que se mezclan factores endógenos y exógenos, procesos desencadenantes que vienen de arriba y de abajo. Esto es lo que muestra la investigaciónlongitudinal que aplica esta tipología a seis barrios de Bruselas [2].

Otra tipología significativa hace alusión a los contenidos y naturaleza de las actividades culturales [3]. Desde esta perspectiva, un primer núcleo lo constituyen las manifestaciones únicas y no reproducibles, en las que históricamente el mercado no ha penetrado y han sido objeto de coleccionismo y de consumo elitista. Este núcleo abarca el patrimonio histórico, arqueológico y documental y las instituciones (museos, bibliotecas, archivos) que se dedican a su salvaguardia, las creaciones de artes plásticas (pintura, escultura, fotografía) y de las artes escénicas y musicales (teatro, lirica, danza, conciertos musicales). Su carácter elitista se ha ido perdiendo en los últimos tiempos y se ha introducido por un lado el criterio de sostenibilidad y por el otro, el del soporte público. Igualmente se manifiesta un doble proceso con respecto a la cultura popular que, en general, se ha producido fuera del mercado y del estado. Por un lado, hay actividades que son abandonadas porque ya no tienen sentido o personas que las practican (envejecimiento) y por el otro se asiste a un creciente interés, revitalización e incluso renovación de la cultura popular que contribuye a dinamizar ciertos territorios, bien económicamente bien porque refuerzan su identidad. En este sentido, a veces, se transforman los modos de gestión, adoptando formas colectivas y comunitarias [4] y una visión alternativa de la irradiación territorial.

Un segundo núcleo lo componen las industrias culturales cuya característica principal es su naturaleza reproducible y masiva con la intención de buscar el lucro y/o la reproducción del capital. Se trata de la música gravada y los audiovisuales, el sector del libro y la edición, el cine, la prensa, la televisión, la radio y los medios de comunicación. También hay que constatar, en este núcleo, el surgimiento de iniciativas cuyo objetivo es la creación artística o la de un discurso alternativo [5] y comunitario (radios piratas, cine y editoriales independientes, teatro del oprimido).

Un tercer núcleo son las actividades creativas que adquieren cada vez más importancia en los estudios culturales relacionados con el desarrollo económico. Se trata de las actividades de design (moda, diseño interior), la publicidad, la arquitectura y los productos asociados a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información (producción informática, software, videojuegos). En este núcleo, la cultura y el talento no son una finalidad sino un factor de la producción de bienes y servicios, los cuales superan los paradigmas del sistema industrial basados en la producción material. Lo que no impide que sean una mercancía que se compra y se vende.

Una tercera tipología interesante es la que hace la distinción entre industrias creativas más tradicionales (artes escénicas, música) y las vinculadas a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (software, publicidad). Las primeras acostumbran a centrarse en los contenidos estéticos y simbólicos, no buscan necesariamente el lucro y la producción y el acceso suelen ser subsidiados. Mientras que las segundas utilizan procesos intensivos en tecnología y conocimientos, generan beneficios y atraen trabajadores altamente cualificados. Estas tienden a concentrarse en territorios especializados [6]. Lo que ha llevado a formular la idea de distritos culturales [7] trasladando al mundo cultural la perspectiva de los distritos y clusters industriales [8], o también la de sistemas locales de producción creativa [9].

En el sentido de concentración y especialización territorial de actividades culturales merecen citarse los ejemplos de algunos pueblos pequeños en los que se ubican un gran número de librerías (booktowns). Son los casos de Bredevort en Holanda donde 20 librerías venden libros viejos y descatalogados, Montolieu en Francia donde a las librerías se unen encuadernadores, Redu en Bélgica, Urueña y Calonge en España y Hay on Wye en Gales, que fue el pionero de todos ellos. Todos son pueblos situados en zonas rurales en decadencia que han sabido atraer a un público especifico interesado en los libros de ocasión. Se preocupan por ofrecer una buena oferta hotelera, gastronómica y programa cultural.

Todas estas tipologías y experiencias intentan clarificar una dimensión cultural compleja, diversa y dinámica que a menudo supera las distinciones más o menos teóricas. Pero la pregunta que hay que hacerse es: ¿cuál es la influencia real de las manifestaciones culturales sobre el desarrollo económico territorial?

Influencias de las manifestaciones culturales en el desarrollo local

Si bien una parte de las manifestaciones culturales son intangibles y sus efectos son difíciles de mesurar, en los últimos tiempos se han hecho bastantes estudios e investigaciones que muestran las relaciones entre manifestaciones culturales y sus efectos locales [10]. La mayoría de ellos toman como referencia a la ciudad para concluir que como más grande es una ciudad más se concentran las actividades culturales en ella y como estas actividades acaban modelando no solo gran parte del mercado inmobiliario y el de trabajo sino incluso el espacio urbano. Se acostumbran a citar Berlín, Londres y Barcelona [11].

Tal como pasa en otros sectores económicos la tendencia general es la de la concentración urbana y metropolitana. Hay muchas razones para ello: la dimensión de la demanda que está en relación con el volumen de la población de la ciudad; la existencia de instituciones y equipamientos culturales que atraen artistas, creadores y empresas que aprovisionan al sector cultural y que interactúan entre ellas; las mayores facilitades de transporte y comunicación; la capacidad y la voluntad de los ayuntamientos que dedican mayores recursos a la promoción cultural y que tienen mayor capacidad de competir en el mercado global y por lo tanto atraen un mayor número de visitantes. Esta competencia global puede llevar al peligro de las “ciudades vitrina” en las que se cuida más a los turistas que a sus residentes [12].

 

ACEP

Como más grande y diversificada es la participación de los ciudadanos en las actividades culturales mayor es la visibilidad y consensus de estas y mayores son las posibilidades de contribución al desarrollo local.

Estos efectos de jerarquía territorial que favorecen a las grandes ciudades no deben hacer olvidar que los espacios rurales también pueden ser objetivo y ser productores de actividades culturales, bien porque se especializan en un determinado subsector (conciertos musicales), bien porque saben poner de manifiesto una identidad cultural especifica. En este caso, su influencia sobre el desarrollo local acostumbra a ser bastante evidente. Impulsan visitas que consumen, crean algún empleo y dinamizan la economía. Tienen el riesgo de concentrar todas las actividades a su alrededor, destruir la economía local y hacer más dependiente al territorio. Un ejemplo interesante son los spillovers creativos [13] donde los artistas se juntan en una casa ubicada en un territorio rural para crear y producir. Pero este fenómeno también se produce en barrios urbanos donde se localizan y concentran diferentes actores que contribuyen a la creación cultural.

Las manifestaciones culturales pueden tener un carácter permanente o uno ocasional y esto condiciona los efectos sobre el progreso económico local. También es importante distinguir entre los efectos a largo plazo y los a corto plazo. Los primeros son más difíciles de medir pues son los más intangibles y difusos. Pero se puede afirmar que la creación y la renovación de equipamientos y edificios emblemáticos no solo crea una demanda constructiva momentánea, sino que necesita de un mantenimiento constante y en ocasiones modifica el ordenamiento urbano como la transformación de barrios, la recuperación de zonas industriales decadentes y la revitalización de cascos históricos. Pero el coste puede ser alto con la gentrificación, la expulsión de los residentes y de pequeños comercios “históricos”. Además, las empresas constructoras raramente son locales y la fuerza de trabajo local utilizada es la menos cualificada.

Otros efectos a largo plazo son el de atraer nuevos residentes, empresas y inversiones. Un buen entorno cultural puede ser un argumento importante para decidir dónde vivir. Pero no parece que sea decisivo aun cuando es atractivo para minoritarios gruposde población (culturalmente activa). Igualmente, solo las empresas e inversiones ligadas al sector se ubican prioritariamente en estos entornos. Para el resto puede ser una razón suplementaria frente a otras como el empleo, la vivienda, la educación o la sanidad. Lo que si puede afirmarse es que determinadas actividades culturales periódicas y aún más si duran todo el año, consiguen localizar pequeñas empresas artesanales productoras de bienes y servicios. Tal sería el caso de las fallas de Valencia o de las celebraciones de semana santa de Sevilla. Tampoco puede olvidarse que la cultura en general contribuye a aumentar los niveles educativos y a fomentar la creatividad, la innovación y la capacidad imaginativa. Elementos que constituyen buena parte del capital cultural de un territorio. Este capital se puede aumentar o disminuir. En los lugares donde es alto se puede formular la hipótesis que se reúnen mejores condiciones para el progreso económico y social. Esto se verifica en los países en vías de desarrollo, donde los proyectos socioeconómicos utilizan cada vez mas las dimensiones culturales locales.

Quizás haya que insistir en esta perspectiva porque frente a los habituales y acostumbrados argumentos económicos es también necesario razonar en términos más sociales y antropológicos. En efecto, los primeros llevan a un economicismo que a menudo no lo explica todo y que no siempre se verifica en la realidad. Así determinados territorios que parecen reunir buenas condiciones económicas no consiguen despegar y otros que han conseguido hacerlo ven detenido su avance.

Una primera clave para interpretar estas dificultades tendría que ver con la relación de fuerzas internas. Si algunos grupos sociales dominantes y las autoridades locales no están en contra de los cambios que hay que introducir, entonces este difícilmente se va a producir. Por ello son importantes los procesos de negociación y acuerdos iniciales entre todos los actores locales. Una segunda clave, está en neutralizar las fuerzas exteriores enemigas del desarrollo local (multinacionales extractivas, medidas estatales, efectos negativos de la globalización). Una tercera clave es el de la fuerza y dinámica de los que están en favor. Esto es el resultado de muchos factores. Pero se pueden seleccionar algunos como: 1) el nivel y la vitalidad de la consciencia de pertenencia a un territorio propio y diferenciado de otros; 2) el grado de identificación con el; 3) la voluntad de la población de salir de su situación; 4) la capacidad y el volumen asociativo y cooperativo y de experiencias que muestren que es posible; 5) la existencia de un patrimonio sociocultural especifico y vivo; 6) la existencia de grupos e instituciones que expresen esta voluntad constructiva, su capacidad de coordinación y expresión y incidencia política. ¿Cuáles pueden ser los efectos potenciales a corto plazo de la cultura en el progreso de la economía local?

El discurso generalizado pone de relieve que las actividades culturales acostumbran a tener efectos positivos sobre el consumo, el empleo y los niveles de renta. Pero está claro que dependen de si estas actividades son estables y permanentes o si son ocasionales, si son elitistas o masivas, si afectan al conjunto del territorio o a un lugar preciso. En este sentido, está comprobado que la mayoría de los efectos a corto plazo tienen un radio geográficamente limitado y raros son los que se extienden más allá del lugar donde se producen las actividades. La argumentación insiste en la atracción de personas visitantes (turistas o nacionales) que gastan en las propias manifestaciones culturales y en bienes y servicios colaterales (alojamiento, restauración, transporte, compras). Esto crearía empleo y elevaría los niveles de ingresos locales con el arrastre que se genera hacia otros sectores económicos. Pero hay que tener en cuenta adónde van estos ingresos. ¿Dentro o fuera del territorio? Y como se distribuyen en su población. ¿Van a parar a los más ricos o se esparcen igualitariamente? Igualmente, se debe preguntar por el trabajo creado. ¿Es estacional? ¿Es precario? ¿Es poco cualificado?

El mayor protagonismo de los actores locales

Parece evidente que no se puede responder a estas preguntas sin plantearse el papel de los actores locales en la realización de las manifestaciones culturales. Si, el conjunto de comercios, empresarios, artesanos de una determinada localidad está en contra de una actividad cultural difícilmente esta podrá tener una influencia positiva sobre su desarrollo económico. Pero también es cierto que dar protagonismo a todos los actores locales es combatir a la mercantilización y estandarización de los bienes y servicios culturales que dependen de los fenómenos globales. Por ello, puede ser útil especificar en breve el papel de los actores locales.

A. La administración pública local

Como más competencias, como más recursos tenga la administración local más le es posible intervenir en la cultura y el desarrollo económico. Pero este criterio debe ser matizado, puesto que solo en los últimos tiempos la administración local ha tomado conciencia de la importancia de su intervención económica. Además, la intervención de la administración depende del mundo político local. Y si este no tiene ni tradición ni voluntad de actuación cultural y economicosocial ni considera a estas como prioridades, entonces difícilmente la administración puede ir más allá de lo fijado por los presupuestos. De ello se deriva que convencer a los políticos locales de la bondad y utilidad de ayudar a las manifestaciones culturales y su irradiación económica es una tarea importante. Se trata de la defensa del interés general, aun cuando este acostumbra a ser el menos generalizado de los intereses.

De todos modos, no hay que minusvalorar el papel de los técnicos de la administración local. Cuando encuentran un equilibrio entre una posición de mediación, dinamización y soporte, entonces se convierten en una garantía para el progreso cultural y económico local. También es importante el impulso (financiero, técnico, humano) que puedan dar programas públicos exteriores de mayor alcance (regional, nacional, europeo) y su coordinación con los proyectos locales.

En los lugares donde la cultura comparte un clima favorable, una fuerte y dilatada tradición, un enraizamiento en una dinámica sociedad civil y unos activos lideres locales, a los poderes públicos les será más fácil justificar sus esfuerzos en favor de la cultura y aun mas si esta genera retornos económicos. Si estos esfuerzos en pro de la cultura se sitúan transversalmente en planes socioeconómicos locales diseñados por todos los actores, entonces se estarán reuniendo unas buenas condiciones para que las actividades culturales se conviertan en uno de los motores de la activación económica local.

ACEP

El mundo asociativo, cooperativo y mutualista puede jugar un considerable papel en la creación y producción cultural y en su articulación con la vida económica. A menudo es en su seno donde nacen iniciativas especialmente conectadas con la cultura popular y con las expresiones informales de la cultura.

B. La economía social y solidaria

El mundo asociativo, cooperativo y mutualista puede jugar un considerable papel en la creación y producción cultural y en su articulación con la vida económica. A menudo es en su seno donde nacen iniciativas especialmente conectadas con la cultura po-pular y con las expresiones informales de la cultura. Cuantos ranchos, coros, bandas de música, grupos de teatro, de danza, pequeñas bibliotecas no se han creado en el marco asociativo por no aludir a la histórica tradición cultural del cooperativismo en la península ibérica [14]. En muchas ocasiones, los gestores de la vida cultural o los propios artistas adoptan las fórmulas asociativas, cuando no les guía el ánimo de lucro e incluso es cada vez más abundante una presencia de fundaciones, que por otro lado es una de las características de la financiación del mundo cultural anglosajón.

Cuando la economía social y solidaria no es muy dependiente del sector público debe interesarse por su autonomía económica, encontrar diferentes fuentes de autofinanciación, preocuparse por el entorno económico y afrontar las necesidades de la población. Su proximidad a esta la obliga a estar atenta a sus demandas. Además, su razón de ser y su fuerza se encuentran en el territorio.

¿Cuáles pueden ser las funciones que una economía social y solidaria culturalmente activa puede jugar en el desarrollo local? 1) En general, su capacidad de atender a las necesidades latentes y no resueltas de la población y la mejora de sus condiciones de vida; 2) su voluntad de despertar la conciencia de los ciudadanos, de cualificarlos, asociarlos y movilizarlos; 3) la defensa y valorización del medio ambiente y de los recursos endógenos; 4) la creación de empresas y de dispositivos económicos que irradian a escala local e incluso atraen pequeñas inversiones; 5) ayudar a gestionar colectivamente los bienes y servicios culturales dándoles una dimensión económica y promoviendo un protagonismo local; 6) potenciar las actividades económicas locales y crear empleo que no se deslocaliza y es mas resistente frente a las crisis; 7) la articulación territorial de las dimensiones sociales, económicas y culturales; 8) una nueva mirada sobre los grupos invisibles en el territorio (mujeres, inmigrantes, mayores residencializados, excluidos) y sobre diferentes problemáticas (democracia económica, participación, economía reproductiva, buen vivir); 9) su capacidad y voluntad de responder a los desafíos globales desde una perspectiva local, intentando transformar esta realidad [15].

Como es evidente, no toda la economía social y solidaria llena estas funciones, ni
en todos los lugares, pero potencialmente puede hacerlo. Que lo haga o no, depende de
muchos factores que se combinan de forma diferente en cada territorio. Pero una buena
concentración territorial de iniciativas de la economía social y solidaria se convierte en
una condición para convertirse en un regulador del territorio [16].

C. Los agentes operativos económicos

En la medida en que las actividades culturales se mercantilizan es obligado examinar a los agentes operativos económicos. Y aquí la distinción esta clara: si obedecen a los intereses locales es muy probable que estén interesados en el despliegue económico territorial. Si en cambio se trata de empresas y negocios nacionales y multinacionales, su lógica tendrá un ámbito superior. Lo que significa que operarán en el lugar mientras permita hacer beneficio, trasladarán a sus equipos donde lo hacen y se irán cuando dejen de hacerlo. Evitar los efectos más nocivos de las intervenciones exteriores es una tarea que atañe sobre todo a la administración pública local, que puede poner las condiciones para una negociación que los limite (clausulas de permanencia, fondos obligatorios de inversiones, clausulas en los concursos públicos) y no dejarse llevar por los cantos de sirena de las empresas multinacionales.

El problema viene dado cuando se necesitan grandes inversiones para los equipamientos culturales y dispositivos muy sofisticados técnicamente. Raramente estos recursos se encuentran a escala local y entonces hay que recurrir al exterior. Entonces hay que procurar que ellos se articulen con los objetivos del desarrollo territorial. El aprovechamiento de las transformaciones urbanísticas de los juegos olímpicos de Barcelona y el deterioro de las instalaciones de la exposición universal de Sevilla serian dos ejemplos, uno positivo, el otro negativo, de esta buena o mala articulación.

La hibridación de las formas culturales genera que también se mezclen los distintos actores locales en la producción y gestión de las manifestaciones culturales. Si estas tienen éxito se convierten en un plato en el que todos quieren comer. Lógicamente las industrias culturales y creativas acuden e intentan ocupar este mercado. En el que normalmente conviven una gran mayoría de creadores con bajos ingresos y una minoría muy reconocida con altos ingresos. El papel de los artistas es muy importante y es un colectivo al que hay que atraer, escuchar y atender. Están mas dispuestos a trabajar por compensaciones no monetarias que otros agentes. De entre estos crecen los mediadores entre la producción y la distribución cultural. Agentes literarios, galeristas, representantes artísticos, gerentes de compañías teatrales tienden a substituir la propia gestión de los artistas, que, por otro lado, acostumbran a tener dificultades para ser empresarios.

Por último, hay que tener en cuenta que el creciente uso de internet y de la informatización está transformando este panorama. En cualquier caso, una densa red de actores y agentes en el territorio y su coordinación es una de las condiciones para unos buenos resultados de las actividades culturales y su proyección económica.

D. Ciudadanía y comunidad

La mayor parte de los autores están de acuerdo que como más grande y diversificada es la participación de los ciudadanos en las actividades culturales mayor es la visibilidad y consensus de estas y mayores son las posibilidades de contribución al desarrollo local.

Pero si un determinado territorio ha llegado a un estadio de abandono, de atraso no es un azar y probablemente es el resultado de la acción de la población y de un conjunto de causas y procesos. Que el conjunto de la población los conozca y sea consciente de ellos es fundamental para que pueda ayudar a enfrentárseles. Además, es muy probable que el desánimo y el escepticismo se apoderen de ella. Unas determinadas actividades culturales pueden actuar de detonante, de revulsivo para combatir esta pasividad. Pero esto no es fácil. De una conciencia individual se debe pasar a una voluntad colectiva de defensa de la identidad del territorio, a procesos de empoderamiento comunitario, enescolos que se descubran y se realicen proyectos viables económicamente. Se debe creer que el futuro es mejorable y que vale la pena construirlo juntamente con otros ciudadanos.

 

ACEP

El abandono de la pasividad, la capacidad asociativa, el capital cultural, las redes de actores, la atracción del talento, el papel complementario de la administración son factores que, sin duda, contribuyen a la vitalidad cultural.

Esta confianza puede surgir de un pequeño grupo, de un acontecimiento relevante, de una iniciativa con éxito, de un trabajo lento que emerge, de una toma de conciencia paulatina. En este sentido, las actividades culturales autoproducidas y autogestionadas, aunque sean pequeñas y minoritarias, pueden jugar un papel determinante. Su vehiculación y su viabilidad económica acostumbra a venir en una segunda etapa. Es fundamental que estas actividades se conecten con los intereses colectivos y generales para evitar el riesgo que queden restringidas a una lógica corporativa.

El abandono de la pasividad, la capacidad asociativa, el capital cultural, las redes de actores, la atracción del talento, el papel complementario de la administración son factores que, sin duda, contribuyen a la vitalidad cultural, aunque para que esta se dinamice es necesario que existan cauces de debate y de acuerdos en los que todos los actores puedan expresarse y posicionarse no solo sobre los problemas culturales sino sobre el conjunto de los socioeconómicos.

Todas estas observaciones sobre el papel de los actores invitan a afinar y profundizar los estudios sobre los resultados y el impacto. Puesto que es importante tratar del análisis concreto de la influencia de la cultura en el desarrollo local.

Los resultados, el impacto y su análisis

El análisis de los resultados y el impacto de las actividades culturales en el desarrollo local ha generado un buen número de investigaciones y publicaciones. Hasta cierto punto, cada tipo de manifestación cultural demanda metodologías de análisis específicas. Medir la influencia de las actividades culturales sobre el desarrollo local no es fácil. Los llamados efectos intangibles de la cultura aun lo hacen más difícil. También la costumbre de exagerar los resultados por parte de organizadores y autoridades. Pero un buen número de investigaciones han hecho avanzar estos conocimientos. Algunos de estos estudios distinguen, en términos económicos, entre efectos directos adjudicablesa las actividades realizadas (salarios, contratación de salas), los indirectos o gastos de los espectadores y participantes y los inducidos que serían los que se producen sobre el tejido económico local. Estas distinciones han sido aplicadas al caso de los festivales de Edimburgo en Escocia [17].

En general para analizar y medir los resultados se utilizan las tablas input-output, las encuestas, los grupos de trabajo y los sistemas de indicadores. Los métodos antropológicos y sociológicos (observación participante) pueden permitir una mirada más cualitativa [18]. A veces se utilizan varias metodologías y el conjunto de esfuerzos para analizar los resultados se agrupan alrededor de un observatorio permanente que puede servir como plataforma que articula el debate sobre las políticas culturales de una determinada localidad, las cuales, tanto las públicas como las privadas, lucrativas, asociativas e informales deben ser objeto del estudio [19].

Por fin, para conocer realmente los efectos de la cultura sobre el desarrollo local hay que empezar por hacer un buen diagnóstico de una situación inicial. Esta descripción y valoración es la que debe permitir hacer una comparación con posteriores periodos. No se trata de hacer un diagnostico convencional ni solo de utilizar las estadísticas oficiales que son elaboradas para otras finalidades. Lógicamente la focalización debe estar en la oferta y demanda cultural y en la situación económica. La mapificación de los recursos suele ser útil [20]. Las comparaciones en el tiempo (series y estudios longitudinales) y en el espacio (otros territorios parecidos) son siempre interesantes. Tener una buena batería de indicadores es fundamental. Es la que va a permitir hacer un buen seguimiento de las actividades culturales e ir viendo sus efectos sobre la vida económica local. Si se quiere ir más allá en este análisis de seguimiento no hay nada como la observación participante que permite profundizar aspectos mas cualitativos. Este tipo de observación no necesariamente significa estar presente en todas las actividades sino escoger determinados momentos significativos. Se puede complementar con otros métodos como entrevistas con personas que son lideres o que juegan un papel especial ligado a la cultura o la economía en la comunidad o grupos de trabajo con colectivos especialmente afectados o interesados. A menudo, la medición del impacto y de los resultados va ligado a un proyecto concreto y este establece las condiciones de la evaluación final.

Esta evaluación debe ser acumulativa, integral, y a ser posible participada y en cualquier caso transferida a los responsables del proyecto y al conjunto de la población. Incluso se puede pensar en procesos de autoevaluación colectiva y de replicación posterior. Así, es posible, que contribuya a una toma de conciencia de cuáles son los obstáculos y limites y como pueden ser superados, en una siguiente fase, para mejorar la influencia de la cultura en el desarrollo socioeconómico local.